CRÓNICA DE UNA PRESENTACIÓN ANUNCIADA Aunque resulte un lugar común, los libros son para sus autores hijos deseados que solo el tiempo puede en su justa medida aquilatar. El proceso de gestación, de ilusión, de angustia (¿Y si no es lo que pensé? ¿Si nace mal? ¿Si no llega a ver la luz?) y del más inmensurable gozo al verlo finalmente entre las manos, es muy parecido a un embarazo. Como a los bebés, al libro recién nacido se le acaricia, se le besa, se le admira con orgullo parental. El libro siempre permanece unos días en manos de la editorial donde minuciosamente se revisa antes de dar la buena nueva a los medios y de entregarlo a los distribuidores. A veces el autor es el último en recibirlo. Ya anda el libro por ahí dando sus primeros y atolondrados pasos mientras la madre o el padre espera ansiosamente la llegada del recién nacido. Es usual entonces la primera presentación, a modo de bautizo, de ese extraño que tanto gozo y dolor ya ha producido. Pelo de Gato no ha sido la excepción. Me llevó dos años escribir la novela, aunque como suele suceder con los libros, la idea ya estaba ahí desde hacía mucho tiempo, tal vez desde que nací. Esos años, y quizás un día lo cuente aunque posiblemente la anécdota no importe, fueron muy difíciles, muy duros, imposibles de borrar. El arte es eso, la sublimación del dolor, la transformación del miedo en esperanza. Y la literatura me salvó otra vez. Gracias a la escritura pude salir adelante, transformarme, crecer, ilusionarme. Así que aunque la novela se escribió a tientas y en la oscuridad, su nacimiento ha sido un verdadero alumbramiento, la prueba palpable de que la luz llega tarde que temprano. Pelo de Gato es un trozo de mi vida, el que no está contado, el que sostiene la armazón de la novela aunque no se vea. Por eso es para mí tan especial, aunque no sea este el primer libro. Por eso se merece un festejo más íntimo, tan literario como personal. De ahí que animada por esa maravillosa editora, María José Mielgo Busturia, a quien Pelo de Gato le debe todo, se dio finalmente la presentación formal el 1 de octubre de 2022, en el Harlingen Arts & Heritage Museum. Los “padrinos” eran, a mi juicio, los más importantes: quería que fueran escritores, sí, pero también amigos. Y tuve la dicha de contar con el escritor Luis Aguilar, uno de los mejores poetas de su generación, amigo de muchísimos años y con quien me unen obvias afinidades literarias y la escritora y promotora cultural Catalina Salinas, ex alumna y entrañable amiga que brilla por mérito propio. Se dijeron cosas lindas sobre el libro. Me sorprendieron las lecturas que ambos hicieron de la novela, lo bien que cada uno, desde su experiencia y visión, se aproximó al texto, uno como poeta, la otra como ávida lectora. Y nada de esto hubiera sido la alegría que fue sin la familia y los amigos, sin mi esposo y mis tres hijos, sin los alumnos y los compañeros escritores, sin los lectores y los jóvenes que empiezan una obra propia. Me reencontré con amigas que no veía en años aunque siempre me acompañen en el recuerdo, con compañeros de faena, con hombres y mujeres que un día voluntariamente te regalan un poco de su tiempo para crear la magia de la amistad y la memoria. Y el escritor Eduardo Villarreal recordó para el público los tiempos de la adolescencia, cuando ambos éramos vecinos en Matamoros y ya escribíamos, cuando conoció a Toulouse, mi primera gatita y más tarde el nombre de su perro. Y estuvieron también presentes los ya idos: mamá, papá, Eshrat, Habib. Sí, la literatura es fiesta, memoria y esperanza, en ella se traban amistades indelebles. Así que Pelo de Gato tuvo su bautizo. Estuvieron los que debían de estar, los que hicieron de ese instante algo especial, los que no olvidan y a quienes yo no olvido.
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