Entrevista publicada en la revista española Alborada-Goizaldia
Por María José Mielgo Busturia
Licenciada en Psicología, en Letras Españolas y Pedagogía (Bilingüismo / Biculturalismo). Como psicóloga y escritora, ¿qué incidencia tiene la psicología del autor-a en la literatura?
-El escritor, como cualquier ser humano, es un producto de su espacio y de su tiempo. Cuando digo espacio me refiero también al espacio interior, a la guarida oculta en la que se gestan nuestros sueños y nuestras pesadillas, lo más noble y lo más deleznable, los recuerdos y los deseos. Es precisamente esa guarida inaccesible en su complejidad, ese jardín secreto donde también hay hierba, la que le da al escritor las pautas para su mundo literario. Ahí da inicio todo, desde las ganas de tomar café en una taza roja hasta el deseo de escribir una novela o un poema. Sería absurdo pensar que la psicología del escritor no interviene para nada a la hora de escribir o que interviene muy poco.
-Usted ha cursado estudios de Literatura Española. ¿Puede decirnos qué diferencias aprecia entre ésta y la Literatura Sudamericana?.
-Le puedo decir lo que se dice en el mundo académico. La literatura española siempre se ha caracterizado por su realismo, a veces un realismo desgarrador, mientras que la literatura hispanoamericana ha mezclado ese realismo heredado de España con los mundos mitológicos de las culturas indígenas, creando una literatura mágica, fantasiosa. Sin embargo mi relación personal con ambas literaturas para mí es diferente. Mi iniciación como lectora de obras literarias la hice a los diez años con la novela Cien años de soledad. La leí porque escuché que las monjas del colegio habían prohibido el libro y mi padre lo tenía en su biblioteca. Fue todo un descubrimiento, un hallazgo accidental. Ese libro me abrió las puertas a la literatura hispanoamericana y encontré de todo, cosas buenas y cosas no tan buenas. Sin embargo la primera obra española que leí fue El poema del mío Cid, tendría entonces doce años y lo estudiábamos en el colegio. Tenía yo un profesor muy bueno de literatura, el profesor Cebada, que se apasionaba con esta obra tanto que todavía lo recuerdo gesticulando y aventando los cuadernos al suelo indignado por la afrenta de Corpes. El poema me sedujo tanto que a partir de ese momento comencé a leer todo lo clásico de la literatura española. Como lo notará, he citado períodos completamente distintos, pero significativos para mí como lectora. La literatura hispanoamericana me da la posibilidad de entender el mundo actual en el que vivo, pero la literatura española me lleva a las raíces, a la semilla, resulta siempre un alumbramiento.
- ¿Qué autores españoles han influído en su obra?
La poesía española siempre me ha fascinado, toda, desde los Romances hasta los poetas modernistas y posmodernistas, pero tengo un especial cariño por los sonetos de Garcilaso de la Vega, dentro de lo clásico, y por la poesía de Vicente Aleixandre y Ángel González. Dentro de la narrativa me encantan las novelas de Pérez Galdós y de Clarín. La Regenta me parece una de las mejores novelas de la literatura universal. Desde el punto de vista psicológico lo que logró Clarín con su personaje de Ana Ozores es para haber puesto a temblar a Freud. Los dos tuvieron sus Anas, pero yo me quedo con la de Leopoldo Alas.
- Su último poemario se titula “Y comerás del pan sentado junto al fuego”. ¿Por qué ese título?.
-Es un verso de uno de los poemas. Soy bastante mala para los títulos, puedo pasarme días y días pensando sin llegar a ningún lado. Así que lo que hago es buscar un verso de un poema que de alguna forma identifique la esencia del poemario y lo utilizo como título.
- La palabra “fuego” es utilizada para representar el calor, la pasión. ¿Qué significado ha querido darle en su obra?.
-Encuentro que la palabra fuego es bellísima en español. Este es un juicio arbitrario, desde luego, pero el lenguaje es arbitrario. Si la comparamos con fire o con feu, ambos vocablos palidecen junto a nuestro fuego. Claro que la imagen asociada con fuego posee un atractivo universal. El fuego es ancestral, luminoso, y simple, como la esencia de la poesía y he procurado que sea así la de este libro.
- A lo largo del poemario, deja traslucir diversos sentimientos: necesidad, desolación, amor, pasión, despecho hasta ironía. ¿Ha vivido Elvia Ardalani todos ellos o son influencia de su faceta como psicóloga?.
-Los he vivido todos y no me arrepiento de ninguno. Los sentimientos ajenos solamente en el momento en que llenan alguna grieta de mi guarida me sirven para escribir.
- Los escritores somos “ladronzuelos de vidas ajenas”. Si lo trasladamos a un bufete psicológico ¿da mucho juego a la hora de escribir?.
-El escritor siempre es particularmente sensible a los resquicios psicológicos del ser humano, pero su intención es muy distinta a la del psicólogo. Mario Vargas Llosa comentó alguna vez que el escritor no busca los temas, que los temas buscan al escritor. Me parece que es cierto. Es una fórmula psicológica muy sencilla: Uno responde a las cosas que corresponden con nuestras necesidades internas, nuestras obsesiones, nuestros deseos, y gran parte de estos son inconscientes, desconocidos a nosotros mismos. De pronto algo nos llega y no sabemos por qué. Da la impresión de que el tema nos ha buscado. En realidad nos ha encontrado. El escritor puede estar frente a una vida ajena que parezca material de novela, pero si no le toca de verdad, entonces hasta ahí.
- Es buena observadora y conocedora de los sentimientos humanos ¿eso le permite más licencias a la hora de trascribirlos a una cuartilla en blanco?.
-Soy buena observadora, en la carrera de psicología nos entrenan para prestar atención a todas las manifestaciones de la conducta humana, pero yo escribo poesía y mi trabajo refleja solamente mi propia dinámica interior, mi proceso creativo con todo lo que conlleva. Y le puedo asegurar que en muchos sentidos soy una desconocida para mí.
- Elvia Ardalani en toda su obra, concede gran importancia a la palabra y su significado. No juega con la ambigüedad. Para usted ¿qué importancia tiene la Palabra?.
-Las palabras no fueron creadas para la ambigüedad, pero nosotros sí. Las palabras son precisas y claras, nosotros no. De ahí surge la magia, la fascinación que sentimos por el lenguaje. Y es precisamente en la poesía en donde se manifiesta mejor que en ningún otro género literario el valor de las palabras y la carga emocional, estética, y psicológica que despiertan en nosotros. Recordemos el poema de García Lorca: Los caballos negros son./Las herraduras son negras./ Sobre las capas relucen/manchas de tinta y de cera. El lenguaje es preciso, pero las evocaciones que nos provoca no. Para mí las palabras son un milagro. El verdadero milagro de la creación es la palabra.
- ¿Son las palabras “armas de doble filo” y por eso hay que especificar bien qué es lo que se quiere decir en cada momento?.
Sí, las palabras son armas de doble filo y no se las lleva el viento, por eso hay que tratarlas con cuidado. Siempre a sabiendas de que lo que se dice o se escribe no siempre es lo que se quiso decir ni siempre se entiende como se hubiera querido. Ese es el riesgo de la literatura y así debe ser.
- Entre otros, hay un título muy sugerente: “Llegué tarde”. ¿Realmente, a dónde ha llegado tarde Elvia Ardalani?.
-He llegado tarde a muchas partes: Al amor, a la muerte, al perdón. Pero llegar tarde no es necesariamente malo, de las tardanzas se aprende.
- “Sobrevives” es otro de sus poemas. ¿Cree que la poesía sobrevivirá a pesar de que no corran buenos tiempos? ¿Y qué me dice de los libros, también seguirán existiendo, o la tecnología tan avanzada los hará desaparecer?.
-La poesía nos sobrevivirá a todos y a todo. Imagínese que la explosión nos llega y todo es humo y fuego y cielo negro, pues ahí estará la poesía, aunque nosotros ya no estemos. Es una gran mentira eso de que nadie lee poesía, son conjeturas estúpidas que inventan los mercenarios de la literatura. Hay gente valiente como usted y otros que constantemente abren espacios, que están en las filas de lucha como poetas y como editores. Respecto a los libros tampoco desaparecerán. Me parece que el formato cambiará eventualmente al digital o electrónico. Esa es una evolución normal y hasta deseable desde el punto de vista ecológico. Nosotros ahora nos seguimos aferrando al formato tradicional porque crecimos con él, lo encontramos necesario y nostálgico, pero no tiene que ser así para las próximas generaciones.
-El escritor, como cualquier ser humano, es un producto de su espacio y de su tiempo. Cuando digo espacio me refiero también al espacio interior, a la guarida oculta en la que se gestan nuestros sueños y nuestras pesadillas, lo más noble y lo más deleznable, los recuerdos y los deseos. Es precisamente esa guarida inaccesible en su complejidad, ese jardín secreto donde también hay hierba, la que le da al escritor las pautas para su mundo literario. Ahí da inicio todo, desde las ganas de tomar café en una taza roja hasta el deseo de escribir una novela o un poema. Sería absurdo pensar que la psicología del escritor no interviene para nada a la hora de escribir o que interviene muy poco.
-Usted ha cursado estudios de Literatura Española. ¿Puede decirnos qué diferencias aprecia entre ésta y la Literatura Sudamericana?.
-Le puedo decir lo que se dice en el mundo académico. La literatura española siempre se ha caracterizado por su realismo, a veces un realismo desgarrador, mientras que la literatura hispanoamericana ha mezclado ese realismo heredado de España con los mundos mitológicos de las culturas indígenas, creando una literatura mágica, fantasiosa. Sin embargo mi relación personal con ambas literaturas para mí es diferente. Mi iniciación como lectora de obras literarias la hice a los diez años con la novela Cien años de soledad. La leí porque escuché que las monjas del colegio habían prohibido el libro y mi padre lo tenía en su biblioteca. Fue todo un descubrimiento, un hallazgo accidental. Ese libro me abrió las puertas a la literatura hispanoamericana y encontré de todo, cosas buenas y cosas no tan buenas. Sin embargo la primera obra española que leí fue El poema del mío Cid, tendría entonces doce años y lo estudiábamos en el colegio. Tenía yo un profesor muy bueno de literatura, el profesor Cebada, que se apasionaba con esta obra tanto que todavía lo recuerdo gesticulando y aventando los cuadernos al suelo indignado por la afrenta de Corpes. El poema me sedujo tanto que a partir de ese momento comencé a leer todo lo clásico de la literatura española. Como lo notará, he citado períodos completamente distintos, pero significativos para mí como lectora. La literatura hispanoamericana me da la posibilidad de entender el mundo actual en el que vivo, pero la literatura española me lleva a las raíces, a la semilla, resulta siempre un alumbramiento.
- ¿Qué autores españoles han influído en su obra?
La poesía española siempre me ha fascinado, toda, desde los Romances hasta los poetas modernistas y posmodernistas, pero tengo un especial cariño por los sonetos de Garcilaso de la Vega, dentro de lo clásico, y por la poesía de Vicente Aleixandre y Ángel González. Dentro de la narrativa me encantan las novelas de Pérez Galdós y de Clarín. La Regenta me parece una de las mejores novelas de la literatura universal. Desde el punto de vista psicológico lo que logró Clarín con su personaje de Ana Ozores es para haber puesto a temblar a Freud. Los dos tuvieron sus Anas, pero yo me quedo con la de Leopoldo Alas.
- Su último poemario se titula “Y comerás del pan sentado junto al fuego”. ¿Por qué ese título?.
-Es un verso de uno de los poemas. Soy bastante mala para los títulos, puedo pasarme días y días pensando sin llegar a ningún lado. Así que lo que hago es buscar un verso de un poema que de alguna forma identifique la esencia del poemario y lo utilizo como título.
- La palabra “fuego” es utilizada para representar el calor, la pasión. ¿Qué significado ha querido darle en su obra?.
-Encuentro que la palabra fuego es bellísima en español. Este es un juicio arbitrario, desde luego, pero el lenguaje es arbitrario. Si la comparamos con fire o con feu, ambos vocablos palidecen junto a nuestro fuego. Claro que la imagen asociada con fuego posee un atractivo universal. El fuego es ancestral, luminoso, y simple, como la esencia de la poesía y he procurado que sea así la de este libro.
- A lo largo del poemario, deja traslucir diversos sentimientos: necesidad, desolación, amor, pasión, despecho hasta ironía. ¿Ha vivido Elvia Ardalani todos ellos o son influencia de su faceta como psicóloga?.
-Los he vivido todos y no me arrepiento de ninguno. Los sentimientos ajenos solamente en el momento en que llenan alguna grieta de mi guarida me sirven para escribir.
- Los escritores somos “ladronzuelos de vidas ajenas”. Si lo trasladamos a un bufete psicológico ¿da mucho juego a la hora de escribir?.
-El escritor siempre es particularmente sensible a los resquicios psicológicos del ser humano, pero su intención es muy distinta a la del psicólogo. Mario Vargas Llosa comentó alguna vez que el escritor no busca los temas, que los temas buscan al escritor. Me parece que es cierto. Es una fórmula psicológica muy sencilla: Uno responde a las cosas que corresponden con nuestras necesidades internas, nuestras obsesiones, nuestros deseos, y gran parte de estos son inconscientes, desconocidos a nosotros mismos. De pronto algo nos llega y no sabemos por qué. Da la impresión de que el tema nos ha buscado. En realidad nos ha encontrado. El escritor puede estar frente a una vida ajena que parezca material de novela, pero si no le toca de verdad, entonces hasta ahí.
- Es buena observadora y conocedora de los sentimientos humanos ¿eso le permite más licencias a la hora de trascribirlos a una cuartilla en blanco?.
-Soy buena observadora, en la carrera de psicología nos entrenan para prestar atención a todas las manifestaciones de la conducta humana, pero yo escribo poesía y mi trabajo refleja solamente mi propia dinámica interior, mi proceso creativo con todo lo que conlleva. Y le puedo asegurar que en muchos sentidos soy una desconocida para mí.
- Elvia Ardalani en toda su obra, concede gran importancia a la palabra y su significado. No juega con la ambigüedad. Para usted ¿qué importancia tiene la Palabra?.
-Las palabras no fueron creadas para la ambigüedad, pero nosotros sí. Las palabras son precisas y claras, nosotros no. De ahí surge la magia, la fascinación que sentimos por el lenguaje. Y es precisamente en la poesía en donde se manifiesta mejor que en ningún otro género literario el valor de las palabras y la carga emocional, estética, y psicológica que despiertan en nosotros. Recordemos el poema de García Lorca: Los caballos negros son./Las herraduras son negras./ Sobre las capas relucen/manchas de tinta y de cera. El lenguaje es preciso, pero las evocaciones que nos provoca no. Para mí las palabras son un milagro. El verdadero milagro de la creación es la palabra.
- ¿Son las palabras “armas de doble filo” y por eso hay que especificar bien qué es lo que se quiere decir en cada momento?.
Sí, las palabras son armas de doble filo y no se las lleva el viento, por eso hay que tratarlas con cuidado. Siempre a sabiendas de que lo que se dice o se escribe no siempre es lo que se quiso decir ni siempre se entiende como se hubiera querido. Ese es el riesgo de la literatura y así debe ser.
- Entre otros, hay un título muy sugerente: “Llegué tarde”. ¿Realmente, a dónde ha llegado tarde Elvia Ardalani?.
-He llegado tarde a muchas partes: Al amor, a la muerte, al perdón. Pero llegar tarde no es necesariamente malo, de las tardanzas se aprende.
- “Sobrevives” es otro de sus poemas. ¿Cree que la poesía sobrevivirá a pesar de que no corran buenos tiempos? ¿Y qué me dice de los libros, también seguirán existiendo, o la tecnología tan avanzada los hará desaparecer?.
-La poesía nos sobrevivirá a todos y a todo. Imagínese que la explosión nos llega y todo es humo y fuego y cielo negro, pues ahí estará la poesía, aunque nosotros ya no estemos. Es una gran mentira eso de que nadie lee poesía, son conjeturas estúpidas que inventan los mercenarios de la literatura. Hay gente valiente como usted y otros que constantemente abren espacios, que están en las filas de lucha como poetas y como editores. Respecto a los libros tampoco desaparecerán. Me parece que el formato cambiará eventualmente al digital o electrónico. Esa es una evolución normal y hasta deseable desde el punto de vista ecológico. Nosotros ahora nos seguimos aferrando al formato tradicional porque crecimos con él, lo encontramos necesario y nostálgico, pero no tiene que ser así para las próximas generaciones.