Callejón Kashaní -Imaginarium Literario, 2012
Dicen que el callejón sospecha que vengo de otro mundo.
que cuando lo recorro nadie nota mi sombra,
que la han buscado todos y no aciertan a trazar el contorno,
que mis pasos no suenan como el tacón de otras
que al caminar me siguen tres ocelotes dóciles y un aura
de tierra de lejanas calzadas ajenas a esta lengua.
Tú y yo nos reímos de esos cuentos de almizcle y madriguera.
No saben que mi sombra se quebró en dos hace años,
que aún queda algo mío en la calle que me cuidó la infancia
y la otra mitad se ocultó a sabiendas guardándose en la tuya.
No saben que si me siguen tres ocelotes dorados
es porque tú has dibujado a mano cada uno de sus gestos,
porque los has nombrado con otros nombres mágicos
y les has enseñado en la ternura de los predios paternos
su elegancia en el salto, su ternura en el llanto,
su certeza de ser distintos, antiguos y tan nuevos.
Dicen que el callejón sospecha que vengo de otro mundo.
Es verdad.
Vengo de una calle paralela a esta,
de un mundo que es este y otros más, y en todos,
sin condición, en todos,se respira lo mismo, se sueña con lo bello,
aunque uno barra a diario la escoria y de sobra conozca
su rareza de tizne, su maloliente vaho.
Dicen que el callejón sospecha que vengo de otro mundo.
Es cierto.
Tú y yo nos reímos con nuestros amuletos
y me pides que salga para mirarme así, sin sombra,
asombrada hasta el fin con mi cauda de dulces,
ocelotes moteados.
que cuando lo recorro nadie nota mi sombra,
que la han buscado todos y no aciertan a trazar el contorno,
que mis pasos no suenan como el tacón de otras
que al caminar me siguen tres ocelotes dóciles y un aura
de tierra de lejanas calzadas ajenas a esta lengua.
Tú y yo nos reímos de esos cuentos de almizcle y madriguera.
No saben que mi sombra se quebró en dos hace años,
que aún queda algo mío en la calle que me cuidó la infancia
y la otra mitad se ocultó a sabiendas guardándose en la tuya.
No saben que si me siguen tres ocelotes dorados
es porque tú has dibujado a mano cada uno de sus gestos,
porque los has nombrado con otros nombres mágicos
y les has enseñado en la ternura de los predios paternos
su elegancia en el salto, su ternura en el llanto,
su certeza de ser distintos, antiguos y tan nuevos.
Dicen que el callejón sospecha que vengo de otro mundo.
Es verdad.
Vengo de una calle paralela a esta,
de un mundo que es este y otros más, y en todos,
sin condición, en todos,se respira lo mismo, se sueña con lo bello,
aunque uno barra a diario la escoria y de sobra conozca
su rareza de tizne, su maloliente vaho.
Dicen que el callejón sospecha que vengo de otro mundo.
Es cierto.
Tú y yo nos reímos con nuestros amuletos
y me pides que salga para mirarme así, sin sombra,
asombrada hasta el fin con mi cauda de dulces,
ocelotes moteados.
Cuadernos para un huérfano - Claves Latinoamericanas, 2011
SOBRE LOS GIRASOLES
Buscan la luz
como los huérfanos desean
una única mirada,
aquellos ojos capaces de piedad,
que no tendrán jamás,
y giran la cabeza sencilla
hacia el lejano horizonte de aquel incienso rojo,
de aquel inicio incierto,
de un origen que habla de sábanas lavadas,
de tibiezas que mecen universos y cuerpos.
Buscan la luz
esperanzados con los rostros abiertos
a ese viaje de aire que los viste
con velos luminosos, con promesas de padre
y palabras urgidas de cielos maternales.
No se miran jamás, óyelo bien, jamás,
los pies desorientados,
la raíz enterrada en esa oscuridad
narrada ciegamente
por gusanos y helmintos,
por negruras que callan los rizos de ese cielo
telúrico pendiendo de otra bóveda.
Ama los girasoles
porque son como tú,
porque sueñan con ángeles y ríen
con semillas y ansias de otras formas,
porque buscan la luz y la alegría
desde su mundo pobre de heliotropo,
porque tal vez un día alguien les premiará
la cabeza caída sobre el pecho en la noche,
los pies terrosos, la vendimia de luz
a la que vuelven vestidos
con andrajos de sombra cada día.
Ama los girasoles
porque también son huérfanos
y como tú se crecen en la promesa eterna
de la vida y la luz.
Buscan la luz
como los huérfanos desean
una única mirada,
aquellos ojos capaces de piedad,
que no tendrán jamás,
y giran la cabeza sencilla
hacia el lejano horizonte de aquel incienso rojo,
de aquel inicio incierto,
de un origen que habla de sábanas lavadas,
de tibiezas que mecen universos y cuerpos.
Buscan la luz
esperanzados con los rostros abiertos
a ese viaje de aire que los viste
con velos luminosos, con promesas de padre
y palabras urgidas de cielos maternales.
No se miran jamás, óyelo bien, jamás,
los pies desorientados,
la raíz enterrada en esa oscuridad
narrada ciegamente
por gusanos y helmintos,
por negruras que callan los rizos de ese cielo
telúrico pendiendo de otra bóveda.
Ama los girasoles
porque son como tú,
porque sueñan con ángeles y ríen
con semillas y ansias de otras formas,
porque buscan la luz y la alegría
desde su mundo pobre de heliotropo,
porque tal vez un día alguien les premiará
la cabeza caída sobre el pecho en la noche,
los pies terrosos, la vendimia de luz
a la que vuelven vestidos
con andrajos de sombra cada día.
Ama los girasoles
porque también son huérfanos
y como tú se crecen en la promesa eterna
de la vida y la luz.
Miércoles de Ceniza - Miguel Ángel Porrúa, 2007
Muerto eras una sombra de nueces tiradas sobre el césped
disputada por pájaros e insectos
muerto eras un muro iluminado por las cinco exactas de la tarde
y pasaban por ti los niños y dibujaban seres imprevistos
y pasaban los novios y escribían con tiza
las señales visibles del amor infinito y crecía la hierba sobre tu silencio
de tiempo y de ladrillo de pintura cascada de concreto y olvido
muerto eras una cárcel vacía y clausurada
con sus ventanas rotas por donde el sol penetra calando telarañas
una cárcel sin reos en donde sólo quedan las pautas del dolor iluminadas
muerto eras como un hombre dormido
que soñara con una casa abandonada en la que un pájaro
volara en solitario buscando la salida golpeándose las alas
fragmento
disputada por pájaros e insectos
muerto eras un muro iluminado por las cinco exactas de la tarde
y pasaban por ti los niños y dibujaban seres imprevistos
y pasaban los novios y escribían con tiza
las señales visibles del amor infinito y crecía la hierba sobre tu silencio
de tiempo y de ladrillo de pintura cascada de concreto y olvido
muerto eras una cárcel vacía y clausurada
con sus ventanas rotas por donde el sol penetra calando telarañas
una cárcel sin reos en donde sólo quedan las pautas del dolor iluminadas
muerto eras como un hombre dormido
que soñara con una casa abandonada en la que un pájaro
volara en solitario buscando la salida golpeándose las alas
fragmento
De cruz y media luna/From Cross and Crescent Moon - Claves Latinoamericanas, 2006
Tus abuelas rezaron cada una
en su sitio todos los días de su vida.
Arababé, limpias sus manos y sus pies,
contrito el rostro, en la mezquita.
Mi madre, mirando hacia lo alto
al pie de la cruz en una iglesia.
Los abuelos, cada uno en su contexto,
optaron por ser libres.
No sé si lo lograron.
Tampoco sé si rezaron en la pena.
Fueron buenos.
Hoy son los únicos que saben la verdad.
Tu padre te enseñará a rezar
inclinando la frente sobre el suelo
sencillo y limpio de una alfombra.
Hacia el este tu cara infantil
intacta de nostalgias.
Te habré enseñado yo a arrodillarte
y a cruzar por tu rostro la señal de otra fe.
Quizás un día te venga bien
recostar tu rostro adolorido sobre el
suelo y repetir un Padre Nuestro
o arrodillarte en una iglesia y cantarle
a Dios el Misericordioso, el Compasivo.
Se vale rezar en cualquier lengua
o no rezar.
La oración eres tú.
en su sitio todos los días de su vida.
Arababé, limpias sus manos y sus pies,
contrito el rostro, en la mezquita.
Mi madre, mirando hacia lo alto
al pie de la cruz en una iglesia.
Los abuelos, cada uno en su contexto,
optaron por ser libres.
No sé si lo lograron.
Tampoco sé si rezaron en la pena.
Fueron buenos.
Hoy son los únicos que saben la verdad.
Tu padre te enseñará a rezar
inclinando la frente sobre el suelo
sencillo y limpio de una alfombra.
Hacia el este tu cara infantil
intacta de nostalgias.
Te habré enseñado yo a arrodillarte
y a cruzar por tu rostro la señal de otra fe.
Quizás un día te venga bien
recostar tu rostro adolorido sobre el
suelo y repetir un Padre Nuestro
o arrodillarte en una iglesia y cantarle
a Dios el Misericordioso, el Compasivo.
Se vale rezar en cualquier lengua
o no rezar.
La oración eres tú.
Y comerás del pan sentado junto al fuego - Claves Latinoamericanas, 2002
Seríamos la greda bajo los restos apolillados del arca diluvial.
La escarola tatuada en el dorso de una roca de mar.
El esqueleto escariado de un proyecto de pez.
Seríamos el silencio.
La hormiga inmóvil en sus hormiguero seco.
Las huellas los rasguños
las marcas del miedo en los maderos.
Seríamos el agua impregnada de formas no estrenadas.
El rostro del mundo aún sin la palabra.
La calamita apenas pisada por cantáridas cautas.
Seríamos la nostalgia de un dios en solitario.
La carne inspiradora de alguna jibia blanda.
Seríamos el polvo del parto de la tierra.
Seríamos la memoria.
La lluvia golpeando las vigas de la barca.
La posibilidad cercana de la muerte.
Y para nacer te fueron moldeando el cuerpo
con la arcilla del mundo recién hecho.
Y para nacer te abrieron el torso y me formaron.
Pero aún antes de todo el cataclismo éramos
en el instante mismo uno conjugado en dos cuerpos.
Diluvio.
La escarola tatuada en el dorso de una roca de mar.
El esqueleto escariado de un proyecto de pez.
Seríamos el silencio.
La hormiga inmóvil en sus hormiguero seco.
Las huellas los rasguños
las marcas del miedo en los maderos.
Seríamos el agua impregnada de formas no estrenadas.
El rostro del mundo aún sin la palabra.
La calamita apenas pisada por cantáridas cautas.
Seríamos la nostalgia de un dios en solitario.
La carne inspiradora de alguna jibia blanda.
Seríamos el polvo del parto de la tierra.
Seríamos la memoria.
La lluvia golpeando las vigas de la barca.
La posibilidad cercana de la muerte.
Y para nacer te fueron moldeando el cuerpo
con la arcilla del mundo recién hecho.
Y para nacer te abrieron el torso y me formaron.
Pero aún antes de todo el cataclismo éramos
en el instante mismo uno conjugado en dos cuerpos.
Diluvio.
De cruz y media luna - Tierra de libros, 1996
Me ha crecido la noche
traslapada en mi cuerpo
expandida
inmensa
prolifera callada
infestada de seres
silenciosos y agua
va abriéndose en mi vientre
va arrollando mi espacio
va tumbando paredes
enreda oscuridades
ata mi carne a otra
como un mar desbordado
va ampliando mis caderas
va llenando mis senos
de leche transparente
milenaria
eterna
la noche va pariendo
sus milagros de siglos
en mi cuerpo
de sangre
en mi vientre
de tiempo.
traslapada en mi cuerpo
expandida
inmensa
prolifera callada
infestada de seres
silenciosos y agua
va abriéndose en mi vientre
va arrollando mi espacio
va tumbando paredes
enreda oscuridades
ata mi carne a otra
como un mar desbordado
va ampliando mis caderas
va llenando mis senos
de leche transparente
milenaria
eterna
la noche va pariendo
sus milagros de siglos
en mi cuerpo
de sangre
en mi vientre
de tiempo.